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Manifiesto por un Mar de Fuegos

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Un hombre de la villa de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de pequeños fuegos.

— El mundo es eso — reveló —. Una morrena de gente, un mar de pequeños fuegos.

Cada persona brilla con luz propria entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos menudos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni si inteira del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, ni alumean ni queman, mas otros prenden a la vida con tantas ganas que no se les puede mirar sin palpebrexar, y quien se acerca, encéndese.

(Eduardo Galeano — El Mundo)

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1. Cada vez es más difícil ver con claridad en el mundo, incluso para aquellas personas que más nos empeñamos en mirar con mucha atención. Un aire tibio y negruzco llega de los depósitos de petróleo expoliados en el Oriente Medio, de los barcos, aviones, carreteras, ferrocarriles por los que los pueblos del mundo continúan rindiendo tributo a los imperios. Los pueblos somos solamente piezas rotas de un rompecabezas que manejan manos ajenas, en un juego con reglas trampeadas y en el que siempre ganan los mismos. La guerra contra la humanidad es una guerra contra la razón, que apaga poco a poco pequeños fuegos en todo el mundo.

2. Parpadear es enardecer los fuegos. Unir las piezas, reconstruir el puzzle. La solidaridad antes era una muestra de generosidad; hoy es una necesidad. Si ayer era un deber luchar contra la lógica imperial, hoy es una cuestión de supervivencia: local, nacional, regional, continental y mundial. Tres campos fundamentales llaman nuestra atención:

a) la constelación de movimentos sociales, revoluciones, saltos y transformaciones que nos llegan de América Latina; la América de venas ensangrentadas que arrasaron los imperialismos hispano y portugués; la América que nos enseña lecciones a nosotras y nosotros, invisibles en este rincón de Europa, y que algún día hará frente al vecino abusón que tienen en el norte, que siempre se creyó con derecho a extender su patio;

b) el mundo árabe e islámico, espacio surcado por el colonialismo europeo durante años, criminalizado por la prensa occidental y que debe ejercer su propia voz y resistencia; todos los pueblos del mundo tenemos una deuda pendiente con los pueblos palestino y sahariano, pero también con el iraquí, afgano, libio o sirio entre otros, agredidos con saña por un imperialismo insaciable;

c) y finalmente esa otra Europa que nos roban los medios de desinformación masiva; tenemos muchos nombres para vestir lentamente a esta otra Europa tan desconocida, para llenarla de prendas humildes pero orgullosas: la de los pueblos, la de los movimientos sociales, la de los trabajadores, la de la juventud y de las mujeres. En especial, los nuevos pueblos que pretenden ser soberanos: Irlanda, Bretaña, los Países Catalanes, Córcega, Occitania, Euskal Herria y también el nuestro, Galiza.

3. Una nación invisible también es una nación imposible. Vivimos en un pequeño país atlántico, de historia, cultura y lengua milenarias, que es invisible en el mundo. Pero para llegar a la idea de invisibilidad hay que reconocer la existencia del visible. Para hablar de la Galiza invisible hay que pensar en una Galiza visible.

4. Nos han pedido madurez, resignación, conformismo o rendición. Pero todo esto ya lo escuchamos muchas veces. Nosotras y nosotros vamos a hablar de libertad, de memoria y de futuro; vamos a construir, en el océano de la asfixia, una pequeña isla de dignidad, una minúscula Cuba de inconformistas.

5. No vamos a construir otra pirámide. Construimos de abajo para arriba la democracia participativa que no se sustituye por spots publicitarios, por la tiranía de las marcas y el consumo.

Para avanzar, en diagonal, en zigzag, pero sin intermitencias. Colabora, contribuye, acércate a este pequeño Mar de Fuegos. ¡Y que arda el mundo!

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